El Amor Brujo – Manuel de Falla
Dresdner Philharmonie
Manuel Galduf conductor
Nina Corti concept, choreography & dance

Manuel de Falla
(Cádiz, 1876 – Alta Gracia, Argentina, 1946) Compositor español. Con los catalanes Isaac Albéniz y Enrique Granados, el gaditano Manuel de Falla es el tercero de los nombres que conforman la gran trilogía de la música nacionalista española. Fue también uno de los primeros compositores de esta tradición que, cultivando un estilo tan inequívocamente español como alejado del tópico, supo darse a conocer con éxito en toda Europa y América, y con ello superó el aislamiento y la supeditación a otras tradiciones a que la música hispana parecía condenada desde el siglo XVIII.

Nunca fue un compositor prolífico, pero sus creaciones, todas ellas de un asombroso grado de perfección, ocupan prácticamente un lugar de privilegio en el repertorio. Recibió sus primeras lecciones musicales de su madre, una excelente pianista que, al advertir las innegables dotes de su hijo, no dudó en confiarlo a mejores profesores. Tras trabajar la armonía, el contrapunto y la composición en su ciudad natal con Alejandro Odero y Enrique Broca, ingresó en el Conservatorio de Madrid, donde tuvo como maestros a José Tragó y Felip Pedrell.

La influencia de este último sería decisiva en la conformación de su estética: fue él quien le abrió las puertas al conocimiento de la música autóctona española, que tanta importancia había de tener en la producción madura falliana. Tras algunas zarzuelas, hoy perdidas u olvidadas, como Los amores de Inés, los años de estudio en la capital española culminaron con la composición de la ópera La vida breve, que se hizo acreedora del primer premio de un concurso convocado por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Aunque las bases del concurso estipulaban que el trabajo ganador debía representarse en el Teatro Real de Madrid, Falla hubo de esperar ocho años para dar a conocer su partitura, y ello ni siquiera fue en Madrid sino en Niza.

Francia, precisamente, iba a ser la siguiente etapa de su formación: afincado en París desde 1907, allí entró en relación con Claude Debussy, Maurice Ravel, Paul Dukas e Isaac Albéniz, cuya impronta es perceptible en sus composiciones de ese período, especialmente en Noches en los jardines de España, obra en la que, a pesar del innegable aroma español que presenta, está latente cierto impresionismo en la instrumentación. Noches en los jardines de España huye tanto de la forma del concierto como de la sinfonía; en ella el papel del piano, verdadero protagonista, tiene gran relieve, pero en ningún momento la orquesta (rica y expresiva) se limita a una función de mero acompañamiento, sino que asume auténtica importancia. Consta de tres movimientos (“En el Generalife”, “Danza lejana” y “En los jardines de la Sierra de Córdoba”), y sobresale por su capacidad para describir las esencias del paisaje andaluz a través de una música de un exquisito refinamiento.

La madurez creativa de Falla empieza con su regreso a España, en el año 1914. Es el momento en que compone sus obras más célebres: la pantomima El amor brujo y el ballet El sombrero de tres picos (éste compuesto para cumplimentar un encargo de los célebres Ballets Rusos de Serge de Diaghilev), las Siete canciones populares españolas para voz y piano y la Fantasía bética para piano.

Estrenado el 15 de abril de 1915 en el Teatro Lara de Madrid, El amor brujo es un ballet en un solo acto que narra en un ambiente de brujería y misterio el triunfo del amor sobre las tinieblas; protagoniza la acción la gitana Candelas, quien ve cómo el espíritu de su antiguo amante, ya muerto, se interpone entre ella y Carmelo. A través de una música que bebe directamente del cante jondo, del folclore y de la música popular andaluza, se evoca el mundo de los gitanos, de sus sortilegios y leyendas, en una atmósfera inquietante y maléfica.

Sin duda es la Danza del fuego la página más apreciada de El amor brujo, y una de las más universales de la música española: se trata de una danza compuesta por tres motivos de carácter rítmico, casi obsesivos, acorde con la escena de conjuro y encantamiento que intenta evocar. El fragmento es una excelente muestra de la habilidad de Falla para tratar los diferentes instrumentos de la orquesta, por ejemplo el piano, usado de manera percusiva. La celebridad de la Danza del fuego no debe eclipsar otros momentos de tanta o más belleza, como la Introducción y escena, En la cueva, la Canción del fuego fatuo o la Danza del terror. Todos ellos prueban la capacidad de Falla para crear una música sumamente personal y, al mismo tiempo, universal, inspirándose en motivos o ritmos populares andaluces.

El sombrero de tres picos fue estrenado en Londres el 22 de julio de 1919 por los Ballets Rusos de Diaghilev, con coreografía de Leonid Massine y decorados y figurines de Picasso.

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